11 de diciembre de 2009

"Los invisibles mejoradores de nuestra salud”

Ana Victoria Flores Martínez

Vas por los pasillos del supermercado de tu preferencia, cuando de repente, te topas con el refrigerador de lácteos (leche, yogurt, bebidas fermentadas, etc.). Te detienes frente a él y te preguntas: ¿realmente serán tan benéficos todos esos productos como dicen en la televisión? Tantas marcas, colores y letras en las etiquetas, te hacen difícil tomar una decisión. Finalmente tomas uno en tus manos: "¡Ah! Qué más da”- dices para ti mismo -, “en la televisión los anuncian tanto que seguramente servirán de algo: para la piel, la digestión, la intolerancia, las agruras o las defensas”. Pero, ¿realmente has pensado qué los hace tan especiales?, ¿por qué los anuncian tanto?, ¿qué son los microorganismos que se les agregan? Y ¿qué beneficios generan en mi salud estos microorganismos? Bueno, para entender porqué los lácteos y los microorganismos que a ellos se agregan, y que habitan en nuestra flora microbiana, son favorecedores del correcto funcionamiento de nuestra flora intestinal y mejoradores de nuestra salud, es necesario hablar de lo que son los probióticos y prebióticos.

Los probióticos y prebióticos son elementos alimenticios con efectos benéficos para la salud, adicionales a su carácter nutricional. Los probióticos son microorganismos vivos, integrantes de la microbiota autóctona del humano y del resto de animales, los cuales administrados en cantidades adecuadas, tienen influencia favorable sobre nuestra salud. En contraste, los prebióticos son sustancias no digeribles que sirven como fuente de alimento para los probióticos y, por ende, para la flora intestinal.

La prevención de enfermedades es el principal beneficio tanto de probióticos como de prebióticos. Con el incremento de microflora intestinal se confiere una resistencia hacia diferentes patógenos, con lo que se puede evitar su proliferación y, a su vez la proliferación de enfermedades.

Las bacterias ácido lácticas son los microorganismos probióticos más estudiados, ya que representan el 90% de la flora intestinal.

Nuestro cuerpo es el hábitat natural de una gran cantidad de microorganismos adaptados a vivir en una asociación simbiótica con éste. Dicho conjunto de microorganismos, que habitan en las superficies tanto externas como internas del cuerpo de manera normal, se denomina flora microbiana, microbiota o microflora.

La composición de la flora bacteriana es muy variable de un individuo a otro. Sin embargo, se pueden hacer algunas generalizaciones. Por ejemplo, se estima que cada individuo alberga unos 100 billones de bacterias, y más del 95% de estas bacterias viven en el tracto digestivo. Te imaginas: ¡100 billones! Estas bacterias realizan funciones que favorecen nuestra digestión, nuestras defensas... Y nosotros, sin poder verlos ni sentirlos.

Y aunque no podemos verlos ni sentirlos las condiciones internas de nuestro cuerpo influyen en su desarrollo y proliferación, algunas de estas condiciones son: temperatura, pH, motilidad del intestino, concentración de oxígeno, recambio epitelial y moco, entre otros. Asimismo, existen influencias que provienen de agentes externos a nuestro cuerpo que modifican este equilibrio: la dieta, el ayuno, las enfermedades crónicas y debilidad general, son unas de ellas. De todas las influencias externas posibles, los antibióticos son los que más efecto poseen, al provocar un cambio radical y rápido en la flora normal. No solamente matan a los microorganismos, sino también deterioran su capacidad de adherirse y colonizar a las células epiteliales.

De las variadas funciones que posee la microflora, la principal es la fermentación de los alimentos no digeribles y del moco producido por el epitelio intestinal, con lo que se aprovechan al máximo los nutrientes proporcionados por la dieta. Esta actividad fermentativa se ejerce principalmente sobre los hidratos de carbono no digeribles (almidones, celulosa, pectinas, etc.) de los que se generan ácidos grasos de cadena corta.

Otra de las funciones que tiene la flora bacteriana es la defensiva, que incluye el llamado “efecto barrera”. Este efecto consiste en que las bacterias autóctonas del intestino ocupan todos los espacios disponibles e impiden la implantación de bacterias extrañas. El efecto de barrera se debe a la capacidad de ciertas bacterias para segregar sustancias antimicrobianas, que inhiben la proliferación de otras bacterias.

Probióticos, ¿qué son?
Los probióticos son suplementos alimenticios basados en microorganismos vivos que benefician al huésped, debido a que mejoran el equilibrio microbiano del tracto digestivo. De esta forma, contribuyen a la supresión del crecimiento de patógenos y favorecen los procesos metabólicos del intestino. Un gran número de investigaciones han comprobado su alto desempeño para la prevención y control de enfermedades sin producir un efecto negativo. Los microorganismos probióticos son no patógenos ni tóxicos, resisten a los jugos gástricos y al efecto de la bilis, y tienen la capacidad de adherirse a las células epiteliales y adaptarse a la microbiota intestinal sin perjudicar a la microbiota ya existente.

Los microorganismos probióticos más utilizados son las bacterias ácido lácticas (BAL) que incluyen a los lactobacilos y bifidobacterias. Algunas de las aplicaciones médicas de los probióticos comprenden principalmente la terapia para enfermedades gastrointestinales, tales como diarrea, colitis e intolerancia a la lactosa. En estas, se utilizan principalmente las bacterias lactobacilos y bifidobacterias, las cuales aminoran los efectos negativos del uso de antibióticos utilizados para combatir enfermedades gástricas. La administración de antibióticos altera la microbiota y permite la proliferación de bacterias patógenas con producción de toxinas en el colon conduciendo a enfermedades. Otras aplicaciones de los probióticos son en el tratamiento de cáncer y alergias, debido a que elevan la resistencia inmunológica, inhiben tumores e inactivan cancerígenos.

Algunos de los beneficios de los microorganismos probióticos son los siguientes: producen nutrientes importantes para el intestino como vitaminas del complejo B, antioxidantes y aminas; producen sustancias con efecto antibiótico, previniendo el desarrollo de microorganismos patógenos en el tracto digestivo; estimulan el sistema linfoide, específicamente en el tracto intestinal, por lo que el sistema de defensa es mejorado y participan en la regulación de funciones intestinales: utilización de mucus, absorción de nutrientes, motilidad gastrointestinal (movimientos naturales del intestino) y flujo de sangre.

Prebióticos, ¿qué son?
Los prebióticos son sustancias alimenticias no digeribles, que afectan beneficiosamente al huésped, y que estimulan el crecimiento o actividad de bacterias intestinales en el colon. Los prebióticos se encuentran en alimentos como el trigo, ajo, duraznos y vegetales comunes como la cebolla, cambur, remolacha y alcachofas. Al ingerir alimentos ricos en prebióticos, estas sustancias se fermentan a nivel del colon o intestino grueso, produciendo ácidos grasos de cadena corta que son nutrientes esenciales para los probióticos.

Cualquier elemento que se desee adicionar como prebiótico en algún alimento no debe ser absorbido en la parte superior del tracto digestivo, y debe estimular el desarrollo y metabolismo de la flora bacteriana benéfica del colon.

Alimentos funcionales
Los alimentos funcionales son aquellos que además de nutrir, aportan al organismo sustancias o microorganismos que previenen o retrasan enfermedades. Los tipos más conocidos y estudiados, debido a su efecto benéfico, son los probióticos y prebióticos. Actualmente existe gran diversidad de productos en el mercado, como son los yogures, quesos, entre otros, denominados productos lácteos funcionales.

Yogurt
Desde hace tiempo el yogurt tiene la imagen de alimento saludable, y se le considera un alimento funcional y un medio ideal para adicionar probióticos y prebióticos. Las bifidobacterias, generalmente asociadas a los comerciales de yogurt, son un tipo de probióticos los cuales se adicionan como células libres al yogurt y se ha estudiado que son capaces de actuar contra el cáncer.

Otras leches fermentadas
El kéfir una leche fermentada elaborada en Europa. Es un producto de la fermentación láctica y alcohólica de la leche de vaca. Se ha demostrado que el kéfir lácteo posee actividades antioxidantes, lo cual lo ubica dentro de los alimentos lácteos funcionales más prometedores.

Quesos
Los quesos se consideran como otra alternativa para mantener la viabilidad de las bifidobacterias. Sus características de pH, contenido de grasa, nivel de oxígeno y las condiciones de almacenamiento son las más adecuadas para la supervivencia de este tipo de microorganismos.

Se han utilizado diferentes tipos de quesos para la adición de las bifidobacterias y se ha confirmado que los quesos son un excelente vehículo para microorganismos probióticos.

Entonces: ¿qué te pareció? Es interesante saber que estos productos que tanto anuncian en la televisión realmente generan un efecto benéfico en nuestra salud, ¿no crees? Los microorganismos (prebióticos) y las sustancias alimenticias no digeribles (probióticos) que se adicionan a los productos considerados como alimentos funcionales, nos ayudan a generar en nuestro cuerpo un incremento de microflora intestinal que confiere una resistencia hacia diferentes patógenos evitando su proliferación y, a su vez la proliferación de enfermedades.
Cuando camines por los pasillos del supermercado de tu preferencia piensa que al consumir productos funcionales como el yogurt y el queso estas generando que se aprovechen al máximo los nutrientes proporcionados por tu dieta y que además agregas a tu cuerpo microorganismos que inhiben la proliferación de bacterias patógenas.
Finalmente, recuerda que los microorganismos probióticos no son patógenos ni tóxicos, además de ser resistentes a los jugos gástricos y de tener la capacidad de adaptarse a la microbiota intestinal, sin perjudicar a la microbiota ya existente.

Aliméntate sanamente y consume productos que tienen efectos benéficos en tu salud ...
Y recuerda: ¡la ciencia con conciencia!, ¡el conocimiento debe ser compartido!.

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